martes, 27 de marzo de 2018

Los hijos de la vida

De nuevo me apetece escribir sobre el tan complejo ego, otra explicación en la que me baso principalmente por mi experiencia, y con base a teorías psicológicas.

Nosotros estamos formados principalmente por dos niñ@s, la esencia y el ego.
Cuando nacemos, solo hay uno, la esencia, hasta ahí claro.
Y que pasa, que ese niño absorbe la oscuridad que, "sin querer" nos van inculcando, la cual empieza a despertar los "virus" que traemos en el ADN, y a partir de aquí, se desarrolla la personalidad principal, es decir, el ego.

El ego tiene dos partes, una consciente, que es la que utilizamos, maleable, y la inconsciente, que son todos aquellos comportamientos que nuestro entorno, sociedad, etc... desaprueba.

¿Qué ocurre? Que para conseguir el amor de mamá, de papá, de los demás (porque es lo que nos viene en la genética y lo que todo el mundo nos enseña, a buscar de los demás lo que "necesitamos") hay que dejar de lado tu esencia (el niño que vive el presente con las emociones y naturalidad), y comportarse de x manera.
Y eso es solo el comienzo, después con la llegada de la adolescencia y" adultez", el ego va adquiriendo cada vez más presencia.
Porque si el mundo no acepta esa personalidad, si no te da lo que teóricamente necesitas, o incluso si te maltrata, desprecia (por ponerle términos que le dan el gusto al ego de sentirse víctima), es cuando decidimos rescatar del ego inconsciente aquellas actitudes tan terribles que nos habían aconsejado.

Señoras, señores, he aquí el origen de todo "monstruo" (maltratadores, violadores, asesinos...), ¡son niños heridos consumidos por su ego!
¿Quién tiene la culpa? Nadie, la culpa es una invención, una de tantas, para mantenernos en "el juego de los egos".
¿Quién tiene la responsabilidad? Todos y cada uno de nosotros, porque al ser hijos del Universo, todos creamos todo, y compartimos egos colectivos realmente destructivos.

El único camino que conozco es despertar a la esencia, y dejar que esta, con toda su luz y su amor, sane a nuestros niños heridos, y nosotros somos los observadores de estos dos niños, no hay más.

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