Pensamiento insistente

La luz empieza a ganar en mi vida... pareja, empleo, todo parece ir sobre ruedas. Pero... realmente, el dolor no se ha marchado. Realmente... pienso en todo lo vivido, en cada situación de oscuridad, de violencia contenida, de explosión, de caos emocional. Pienso en todo eso y... seguir vivo merece la pena, si. Este es un mundo oscuro pero si nadie ilumina... no valdría la pena. Y toca iluminar, toca crear felicidad, toca disfrutar de lo que uno siempre anheló. Sin olvidar de donde vengo, ni hacia donde voy...

Salvador

Capaz de salvar a su madre de las garras del averno... de la gente tóxica.
Capaz de que la luz al fin triunfe... de que nada le detenga.

Así me siento, capaz... aprendí que las lágrimas vienen a nuestro rostro por algún motivo, que lo que no te mata, te hace más fuerte.
Aprendí a romper las cadenas de mis captores, a vencer a los verdugos sin convertirme en uno de ellos.

Más dolor vendrá, y el que está, siempre permanecerá... pero aceptado, amado, sentido.
Nadie me ata ya, se acabó el sufrir por sufrir... se acabó el lamentarse por un pasado que ocurrió, por un futuro que posiblemente no llegue.

La princesa que no quería ser rescatada

La vida la vapuleó, con desdén, la llevó de un lugar a otro... con monstruos vestidos de príncipes, que así encarcelada la querían.

Pero yo no me rendí... en su busca fuí, le insistí en su bienestar.
Y con astucia la salvé... más su corazón se perdió.

Una princesa a la que le durmieron el corazón... una persona que en el fondo, en mí habita... así como cada monstruo.

Son cadenas que me impuse al sentir dolor... porque sufrir es más sencillo que enfrentar la realidad, porque es más fácil esperar a ser rescatado.

Pero así como uno sufre profundamente, ama profundamente, vive sintiendo cada emoción como si fuera lo único verdaderamente real de este mundo.

Romperé las cadenas oscuras que me rodean sin pena ni gloria... y así como rescaté a mi princesa, me rescataré del dolor, del abismo.

Quien sabe lo que costará... pero sé que lo haré con valentía, pues la princesa ahora alberga corazón... y luchará por mí.

Amando el auténtico ser

Después de todo... descubrir que sigo dañado, que nada dura para siempre.
Que quién sabe el destino, caprichoso, todo es efímero. Alegría, tristeza... no importa lo que uno haya vivido.
Pero el recuerdo pesa en el corazón...

¿Y la luz, qué hay de ella? que siempre me acompaña... en sueños, personas lejanas, se convierten en cercanas, el amor siempre alivia... poder distraerte, poder apoyarte.

Tanta fortaleza, tanto sacrificio... siempre valdrá la pena, pues las lágrimas son señal de vida, nacen de lo que siento.

Niño salvaje

Un niño que siempre estuvo solo... se sentía rechazado, todo el mundo le hacía daño... y se refugió en un antiguo templo, sobreviviendo, contando las estrellas de noche... rezando para que alguien le amara alguna vez.

Un chico fue de exploración a esas ruinas... y el niño, ya salvaje, le atacó... el chico reconoció en él a su primo, antaño abandonado por sus crueles padres.
Las columnas se tambalearon, el chico protegió a un amigo que le acompañaba, y como si el niño supiera algo... raudo como el viento se interpuso entre la columna y su primo, consciente de que no sobreviviría.

Finalmente, el niño pudo sentir un atisbo de cariño y de felicidad... pues su primo fue la única persona que, aun viendo el salvaje en el que se había convertido, aun estando en peligro, decidió no hacerle daño.

Todos tenemos un niño interior que pese a ser salvaje, es inocente... y tan solo desea ser amado por quienes ama.