martes, 28 de noviembre de 2017

Aceptar sin resignarse

Me pasa algo que sin duda os sonará... Los problemas cotidianos, me van superando... Llega un punto en el que la ansiedad se apodera, en el que la negatividad, toma el control, y comienza ese auto-desprecio que tanto tememos, que tanto me asusta.

Porque ya no me avergüenza reconocer, que hay partes de mi personalidad, egos, que me asustan verdaderamente.

Y eso genera que, cuanto más rechazas, más fuerza y poder tiene en tu vida.

Por lo tanto creo que lo más sano, lo que te puede procurar felicidad, la auténtica, aparte de vivir el presente, es agradecer.

Si, algo tan simple como agradecer, porque tenemos mucho.

Tenemos negatividad, y positividad, buscar el equilibrio, y sobre todo, enfocarse en aquello que nos da paz y nos llena, es el camino de la sanación... Al menos es el que yo seguiré.

viernes, 17 de noviembre de 2017

Completo

No seas débil, no seas sensible, no seas femenino, no hables tanto, no seas tan fuerte de carácter, no llores, no seas inocente,
ingenuo, no seas tonto, no seas tan generoso.
Sé duro, sé reservado, sé más calmado, sé más fuerte, sé desconfiado, sé inteligente, sé egoísta.

¿Cuántas veces habré escuchado esas cosas y otras tantas? a base de tratar de ser luz, cada vez más, tratando de ser esa persona perfecta que todo el mundo anhelaba, tan solo para tener su aprobación, su amor, me oscurecí... Pues cada vez me odiaba más a mí mismo.
Aborrecia ser bondadoso, aborrecia mi torpeza, mi feminidad, mi compasión, no ser bello.

Y así, cada vez más, mi interior se hallaba vacío, desconsolado, cada sueño era una terrible pesadilla en la que la oscuridad y los monstruos que en ella habitan me perseguían, atacaban, mataban...  Yo trataba de hallar una luz, pero era imposible.
Todo lo que un día temí, finalmente salió a la luz, a la realidad, y el mundo abría sus fauces, reflejando todo el caos, mis sombras, las sombras de mi familia, de todos.

La oscuridad siempre existirá al igual que la luz, pues todos tenemos sombras, se crean al no aceptarnos en nuestra totalidad. ¿Para qué fingir? No somos perfectos...
Igual puedo ser rudo y
agresivo, que tierno y pacífico. Igual puedo ser femenino que masculino.
Puedo ser agradable o desagradable.
Amable o despreciable, humilde o arrogante, alegre o triste, enérgico o calmado.

Así soy, tonto e inteligente, torpe y habilidoso, luz u oscuridad, iluminado o sombrío... La cuestión es, ¿qué decidimos? ¿Ser mejores o peores? Ya
conocéis mi respuesta.
Iluminaré mi camino, y dejaré que mis sombras me protejan... Pues todo tiene lugar en mí, el Yin y el Yang, la esencia y el aprendizaje.

domingo, 12 de noviembre de 2017

El origen de la sombra iluminada

Imagina por un segundo que vives otra vida... siente mi historia, la historia de un niño, que tuvo que aprender a ser fuerte sin perder su sensibilidad.

Un niño que nació con una discapacidad que le impedía llegar al mismo nivel de habilidad e inteligencia que los demás... Torpe, aparentemente tonto, que no sabía captar las bromas, se irritaba con facilidad... En casa vivía un ambiente caótico a nivel emocional, que le impedía desarrollarse adecuadamente, y encajar en la sociedad "perfecta". En el colegio nadie quería ser su amigo... Los chicos lo veían femenino, las chicas, lo veían como alguien de quien burlarse. Tonto, feo, torpe, rabioso... Eran sus motes.

Así que empezó a jugar con amigos salidos de su mente... Más adelante, conforme los años pasaban, hubo gente que se acercó a él para aprovecharse de su inocencia, robarle, y llenar sus egos, hundiéndole, hiriéndole. Supuestos amigos que solamente lo usaban para limpiar el suelo de sus frustraciones.
Debido a la ansiedad, y a comer sin medida, engordó... Y su siguiente mote fue gordo.
También fue descubriendo su sexualidad... Y por ello le llamaron maricon.

En el instituto le despreciaban por ser diferente, por no encajar, le ignoraban tanto que él se sentía un muerto en el mundo de los vivos. Fuera de ese sitio, sus supuestos amigos le golpeaban, humillaban... Nunca tenían bastante, le ilusionaban, le insultaban día si, día no, haciéndole creer que él tenía la culpa, por no ser normal. Su hermano también le maltrataba, su madre lo castigaba, su padre, lo ignoraba.

¿Acaso había esperanza para él en este mundo? quizá era él, que era demasiado sensible, demasiado débil.
Por su forma de ser le condenaron.

Hasta que él dijo basta, finalmente se dio cuenta de que la bondad era inútil.
Y empezó a insultar, a pegar cuando le pegaban, empezó a odiar, con toda su alma... A su familia, a los amigos, a todo, al mundo entero.
Y la coraza se volvió parte de su ser... Y el mundo le despreció, porque era pura oscuridad.

¿Pero acaso no es eso lo que todo el mundo quería? Siendo luz le mataron, pues muerto, quizá lograría sobrevivir en este frío mundo.

Llegado a un punto, hubo gente que le hizo ver, lo maravilloso que era... Y con esa gente se abrió. Pero no podía dejar esa oscuridad atrás... Necesitaba protegerse, era débil.
Así que siempre sonrió, y despreció a todo aquel que le criticaba, no importaba si era con buena o mala intención, nadie iba a perturbar su paz.

Llegó a desear la muerte y el sufrimiento incluso de sus seres queridos.
Juzgó y fue juzgado.
Sus seres queridos murieron. Perdió aparentemente amigos, amigos de corazón, por su maldad sin medida.

Y su coraza se quebró, y lloró tan fuerte que lamentó cada momento de sufrimiento.
Entonces fue cuando comprendió, que para bien y para mal, los demás tenían una opinión de él, pero que él no era el único que había sufrido en este mundo.

Todos sufrimos para aprender... Hasta aprender la mayor lección de todas, a amarnos a nosotros mismos... Y al mundo.
A no depender de nadie, ni de nuestra sombra, pues esta se funde con la oscuridad, y nos protege, a cambio de llenarnos de amargura e infelicidad, destruyendo sin compasión.

jueves, 2 de noviembre de 2017

Rememorando

Un niño que sabía ser luz, que sabía dar amor pese a su falta de experiencia, que se esforzaba por hacer amigos.
Un niño difícil de entender, tozudo, pero con un corazón luminoso.
Un niño que no comprendía el rechazo de los demás, que no sabía encajar.
En casa todo decepciones, fuera de ella, soledad absoluta.

Hasta que el niño, a base de desprecios, insultos, golpes, amenazas, creció... destrozado por aquellos que creía amigos, por su familia.
Tal así era el dolor en su corazón, que el rencor en él se instauró.
Y creció, y el odio, apareció.

¿Qué sucedió? escogió odiar, resultaba más sencillo ser frío, despreciar, matando así su esencia, con aparente felicidad escondida detrás de palabras envenenadas, de actitudes egoístas, frías.
Pero un día despertó, un día, se dio cuenta de que la oscuridad a la que tanto temió en su día, se había instaurado en su persona, de que su carácter se había amargado, vuelto irónico, cruel, altanero.
Y los sufrimientos siguieron... Y empezó a odiarse a sí mismo, a su esencia.

Pasaron años, traiciones, decepciones, tener el corazón roto, y perder a un ser querido, para finalmente darse cuenta, de que murió, y tenía que resucitar.
Tenía que ser el de antes, pero con los conocimientos adquiridos. Fuerte, pero no frío, independiente, pero no egoísta, bueno, pero no tonto. Amar... pero sin olvidar. Llorar... pero sin dejar de sonreír. Sanar a la oscuridad que mató a su inocencia... con la luz que nace al ser esencia.