miércoles, 30 de agosto de 2017

Aprendí...

Aprendí que...
no es malo tocar el suelo, que cuando te hundes en la oscuridad, tus sombras no te abandonan.

Aprendí a conocerme en mis peores momentos, de desesperación, soledad, tristeza... a hacer caso a esos sentimientos reprimidos, a aceptarme por completo.
La oscuridad no es mala... solo incomprendida, y por suerte o por desgracia, necesitamos de ella en nuestro aprendizaje.

Aprendí que la diferencia entre las buenas y malas personas, es que las buenas personas, aún teniendo oscuridad, eligen la luz, porque te da paz, porque es lo correcto, porque es la esencia de la vida.
Las malas personas eligen la oscuridad, porque se perdieron a si mismas al rechazarse, al dejar que su ego tomase posesión completa. Al dejar morir sus sueños, olvidar su esencia... vivir en un bucle constante de malicia.

Aprendí que la clave para vivir sin malicia es aceptar al ego, no rechazarlo... escuchar esos sentimientos, pensamientos, y canalizarlos en fuerza.

Aprendí que hay personas que se merecen una segunda oportunidad, y otras que no se merecen nada.

Y lo más importante... aprendí que la luz y la oscuridad, el bien y el mal, el yin y el yang... son energías opuestas pero complementarias, así como la vida y la muerte... la luz crea, ama, la oscuridad destruye, odia... pero ambas son las caras de una misma moneda... la vida.

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