Un niño que siempre estuvo solo... se sentía rechazado, todo el mundo le hacía daño... y se refugió en un antiguo templo, sobreviviendo, contando las estrellas de noche... rezando para que alguien le amara alguna vez.
Un chico fue de exploración a esas ruinas... y el niño, ya salvaje, le atacó... el chico reconoció en él a su primo, antaño abandonado por sus crueles padres.
Las columnas se tambalearon, el chico protegió a un amigo que le acompañaba, y como si el niño supiera algo... raudo como el viento se interpuso entre la columna y su primo, consciente de que no sobreviviría.
Finalmente, el niño pudo sentir un atisbo de cariño y de felicidad... pues su primo fue la única persona que, aun viendo el salvaje en el que se había convertido, aun estando en peligro, decidió no hacerle daño.
Todos tenemos un niño interior que pese a ser salvaje, es inocente... y tan solo desea ser amado por quienes ama.
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